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Me pregunto para qué pintar, si ya está Picasso." Y sin embargo...
El francosuizo Le Corbusier (1887-1965), autor de esta frase y conocido fundamentalmente por su aporte a la arquitectura moderna, desarrolló entre 1947 y 1953 lo que muchos consideran la mayor síntesis de su pensamiento arquitectónico... y de la potencia de su obra plástica. Se trata de un libro, el Poema del ángulo recto, que integra poemas de tono metafísico (
" Un tiempo nuevo se ha abierto/ una etapa un plazo un relevo/ Así no nos quedaremos/ sentados junto a nuestras vidas" ) junto con collages, pinturas y dibujos. Preocupaciones espirituales y trabajo pictórico: dos aspectos casi impensables en un creador más bien identificado con los rigores del pensamiento racional. Pero nada parece ser tan simple cuando se trata de personalidades inquietas, cultivadas, capaces de transformarse a sí mismas hasta el mismo final.
Si bien su publicación constituyó un acontecimiento en el mundillo cultural de la Francia de los años 50, el
Poema... fue durante mucho tiempo un material conocido sólo por especialistas. Algo que Juan Calatrava, director de la Escuela de Arquitectura de Granada, decidió modificar en 2006, al presentar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid todo el material gráfico (dibujos, pinturas, maquetas-collages, litografías, fotografías) relacionado con la obra. "Más que el descubrimiento del libro, se trata del descubrimiento de la importancia que tiene el libro", aseguró en aquel momento al diario español El País . Y lo reafirma hoy, próximo a presentar la misma muestra en Buenos Aires. Organizada por el Círculo de Bellas Artes de Madrid, la Fundación Le Corbusier de París y la Universidad Nacional de San Martín, la exhibición se presentará en el Museo Nacional de Arte Decorativo [MNAD] y permitirá, según Calatrava, "hacer justicia a la figura de Le Corbusier en tanto artista plástico".
Espíritu y reflexiónNacido Charles-Edouard Jeanneret-Gris en la Suiza francófona, se hizo llamar Le Corbusier (en alusión a corbeau , "cuervo") luego de establecerse en París alrededor de 1916, y se convirtió en el gran sinónimo de la arquitectura moderna tanto por su innovador trabajo ensayístico como por sus emprendimientos arquitectónicos. Sin embargo, cuenta Calatrava, "vivió toda su vida con la amargura de no ver reconocida su faceta plástica en el mismo grado que su faceta de arquitecto. Pero para él no había separación entre ambas actividades; de hecho, dedicaba la mitad de sus jornadas al estudio de la arquitectura y la otra mitad a su afición plástica. Con rigurosidad y tenacidad absolutas".
Fue recién hace unos 10 o 15 años que los especialistas comenzaron a prestar atención a la obra pictórica de Le Corbusier, que fue amigo de Fernand Léger, presidió junto con Matisse una asociación para la síntesis de las artes y para quien el trabajo plástico nunca constituyó un simple divertimento: "La suya es una pintura profundamente filosófica -explica Calatrava-, cargada de reflexión sobre el mundo, sobre la relación entre el macrocosmos del universo y el microcosmos del ser humano, sobre el papel del artista. Responde a unas preguntas muy angustiantes, que son los interrogantes del hombre del siglo XX ante la técnica, la guerra, la relación entre el mundo y el hombre". Si bien la fascinación por la modernización tecnológica marcó buena parte de su proyecto intelectual, alrededor de los años 30 Le Corbusier comenzó a replantearse algunas de estas posturas. El estallido de la Segunda Guerra y sus nefastas consecuencias lo devastaron. "La guerra quebró las certezas y seguridades ideológicas de muchos intelectuales -afirma Calatrava-. En el caso de Le Corbusier, vira de una fe absoluta en la máquina y en la tecnología hacia una atención cada vez mayor a lo local, a lo histórico, a todo lo que no es mensurable técnicamente, sino que es espiritual."
El proceso implicó un desplazamiento geográfico. Argel, Niza, la cultura mediterránea, comienzan a integrarse en una búsqueda del lenguaje de la luz y la sombra que, además, sería una indagación poética y espiritual. "Considerado su testamento vital y artístico, el
Poema del ángulo recto contiene la idea de la obra global -prosigue Calatrava-. Una expresión que reúne lo poético literario, la plástica y el pensamiento arquitectónico bajo la forma de un libro." Allí aparecen huellas de su interés por el cristianismo primitivo, los cátaros, la alquimia y los mitos griegos, alusiones a la tensión entre lo racional y lo telúrico, y al valor místico que encierran los números. Una intrincada simbología que se traduce en coloridas litografías y alude desde el mismo título de la obra a la obsesión que presidió cada una de las etapas creativas del arquitecto-pintor: hallar la geometría oculta de la naturaleza.
"Creo que la gran lección que nos dejó Le Corbusier tiene que ver con su capacidad de estar interrogándose continuamente sobre cómo debe habitar el hombre moderno -reflexiona Calatrava-. Una gran pregunta que no varió y a la que fue dando sucesivas respuestas, de acuerdo con el cambio de los tiempos o con su propia evolución personal. En esta época de pensamiento único es de sumo interés recordar a un gran intelectual del siglo XX que nunca se sintió satisfecho con el mundo que lo rodeaba y que hasta el último momento de su vida estuvo planteando alternativas."
EN AGENDA.Le Corbusier en Buenos Aires: desde el 1° de septiembre hasta el 25 de octubre, en el Museo Nacional de Arte Decorativo, Avda. del Libertador 1902.
¿Pionero del multimedia?En el marco de la exposición en el MNAD se proyectará el Poema electrónico , obra audiovisual realizada por Le Corbusier tres años después de finalizado el
Poema del ángulo recto . "No les construiré un pabellón, sino un poema electrónico y una vasija conteniendo el poema; luz, color, imagen, ritmo y sonido unidos en una síntesis orgánica", respondió el arquitecto cuando la empresa Philips le encargó la construcción del pabellón que representaría a la empresa durante la Feria Mundial de Bruselas de 1958. Le Corbusier diseñó una estructura (demolida poco después) de unos 500 metros cuadrados, cubierta por una caparazón de formas conoides. Prefigurando experiencias que luego realizarían el videoarte, el pop y la psicodelia, el pabellón invitaba a los visitantes a sumergirse en una deslumbrante experiencia sonora y visual.
Su legado entre nosotrosA finales de los años 20, Le Corbusier viajó a Uruguay, Brasil y Argentina, y dictó diez conferencias en Buenos Aires. De los viajes en avión (en alguno de los cuales contó con un piloto de lujo: el aviador y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry) que realizó sobre algunas ciudades de la región surgieron dibujos generales y proyectos urbanísticos. De hecho, trazó en 1938 un plan maestro para Buenos Aires. El proyecto nunca se aplicó, pero hoy puede consultarse documentación al respecto en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo o en el Archivo General de la Nación.
Otro proyecto inconcluso fue el que realizó para Matías Errázuriz, el antiguo propietario de la casa y de la colección de arte que hoy constituyen el Museo Nacional de Arte Decorativo (donde tendrá lugar la muestra sobre su obra pictórica). En los años 30, el diplomático le encargó el diseño de una casa en Chile; Le Corbusier trabajó en el proyecto, pero por diversas razones la vivienda no se construyó.
En 1949 diseñó una vivienda para el médico cirujano Pedro Curutchet, en La Plata. La obra se inició a fines de 1949, con la dirección técnica del arquitecto argentino Amancio Williams. Terminada en 1955 (tras Williams, se hizo cargo de la obra el arquitecto Simón Ungar y, luego, el ingeniero Alberto Valdés), la Casa Curutchet es hoy el único proyecto de Le Corbusier construido en América latina.